miércoles, 22 de mayo de 2013

El «Día de la Cultura» volverá en agosto a Los Maizales después de treinta años


Una comisión integrada por Chus Pedro, Montes Estrada y Pedro Alberto Marcos quiere hacer de la cita la respuesta de la izquierda a los recortes


Fue la multitudinaria fiesta de la izquierda asturiana en los años finales del franquismo y en el primer tramo de la Transición. Y se recupera ahora, casi tres décadas después de la última convocatoria, como una respuesta a la «dictadura de los mercados» y contra los «recortes sociales», según aseguran desde la comisión que trabaja, «sin nostalgias», para rescatar una cita por la que pasaron desde José Afonso hasta Raimon, Víctor Manuel, Ana Belén, Chicho Sánchez Ferlosio y Quintín Cabrera. La carbayera de Los Maizales, el arcádico espacio gijonés en el que se celebraban aquellas concentraciones en defensa de las libertades, acogerá el próximo 11 de agosto, de nuevo, otro «Día de la Cultura».
«Queremos reagrupar esfuerzos, sin sectarismos ni restricciones, para ilusionar a la gente y mostrar que, como entonces, se pueden cambiar las cosas», afirma Jesús Montes Estrada. Apartado de la primera línea política (fue concejal, portavoz municipal y coordinador de IU de Gijón), forma parte del grupo que impulsa la reedición de una fiesta que nació en 1972, auspiciada por militantes del PCE y por el potente movimiento asociativo y cultural que esta organización llegó a tejer en Asturias en las postrimerías del franquismo, y expiró en 1984. Forman parte de esa comisión, entre otros, el cantante Chus Pedro; el escritor Maxi Rodríguez; el periodista Pedro Alberto Marcos, ahora en la ejecutiva del PSOE gijonés; el ex sindicalista Luis Felipe Capellín; Eladio de Pablo, director de la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias (ESAD); Manuel Villa, presidente de la Asociación «Lázaro Cárdenas; Fernando García Noval, presidente de la Sociedad Cultural Gijonesa; Luis Pascual, presidente del Ateneo Obrero, el sindicalista Pablo Iglesias. Hay, además, contactos con entidades que tuvieron una participación muy activa en aquellos masivos encuentros, como la refundada Asociación «Amigos de Mieres».
«Queremos recuperar aquel espíritu participativo y agrupar a todos los movimientos y colectivos que han surgido en los últimos años; que tenga todo el mundo su espacio, con un escenario abierto y en continuo uso», explica Montes Estrada. Éste subraya que es «fundamental» que «la gente joven, desde el actual contexto político, participe en algo similar a lo que fue el Día de la Cultura». «Hace años hubo un intento de recuperar la fiesta pero quedó en nada; eran otros momentos y todo el mundo creía que esto era Hollywood», añade, en referencia a las circunstancias sociales anteriores al estallido de la crisis. Esta comisión, que se reunió ayer en el Ateneo Obrero, tiene en marcha una página web y una dirección en Facebook.
La idea de recuperar el «Día de la Cultura» surgió de las conversaciones de amigos entre Montes Estrada y Chus Pedro. «Vemos que los recortes de la derecha se han extendido ya a todo; la enseñanza, la sanidad y, también la cultura», dice el primero, indignado, por ejemplo, con la respuesta del Ayuntamiento de Gijón a la lista de más de 30.000 parados de la ciudad: «Tenemos el presupuesto más alto de la historia (municipal), pero en vez de hacer planes de atención a las familias necesitadas, los remanentes económicos se dedican a adelantar pagos a los bancos». Y agrega: «Hay que rebelarse».
Montes Estrada recorrió ayer el emplazamiento propuesto para este nuevo «Día de la Cultura», que renace con el deseo de la continuidad, según sus impulsores. El lugar ocupa unas tres hectáreas de Los Maizales, detrás del Botánico. Y la citada comisión quiere mantener el segundo domingo de agosto, después del Descenso del Sella y en plenas fiestas gijonesas, como fecha de la cita.
El «Día de la Cultura» tuvo su forja en la Sociedad Cultural de El Natahoyo, con una directiva encabezada por el ya fallecido Óscar Roza Riera. Nació como una fiesta de prau que era, además, un escenario para la reivindicación política y las manifestaciones culturales más hostigadas por el franquismo. Adquirió una dimensión que desbordaba el ámbito local y regional.